En la década de los años 50 España era claramente deficitaria de carne bovina. Paliaban las deficiencias de su sector ganadero, las importaciones constantes y cuantiosas de distintas procedencias, pero mayoritariamente del área sudamericana (Argentina, Uruguay, Brasil), aunque la mercancía no estuviera adaptada al gusto del mercado interior.
La situación era difícilmente sostenible, por lo que, sin una planificación específica y carente de la investigación adecuada, fueron tomándose medidas, con la doble finalidad de disponer de planteles más productivos y potenciar el ganado autóctono por la vía de cruzamiento. Para ello se trajeron razas inglesas que por entonces gozaban del máximo prestigio y del favor general (Abeerden Angus, Shorthorn, Hereford, etc.), si bien en su mayoría de origen americano. La experiencia fue negativa y el juicio retrospectivo apunta dos causas:
Formato corporal
Nula acción mejorante
Aquellas proporcionaban terneros tanto puros como cruzados similares a los propios de las razas autóctonas. Como el ganadero vende al peso y sus ingresos juegan en función de los kilogramos que oferta, en tanto que a su nivel, la calidad siempre es cuestionada o establecida unilateralmente por el comprador, los cruzamientos con las razas inglesas no resultaron particularmente atractivos.
En otro orden de consideraciones, la aportación de mayor precocidad por parte de las razas foráneas en medios de reservas forrajeras limitadas, tampoco tenía auténtico significado. Asimismo, por aquellas fechas la mejora de los bovinos autóctonos por cruzamiento con las mencionadas razas especializadas era, en el mejor de los casos, utópica, porque demandaba mayores atenciones alimentarias para producir similares cantidades de carne, quizá en menos tiempo, pero también con mayor coste.
Todas estas circunstancias fueron contrastadas en nuestros medios ganaderos, lógicamente defraudados, por eso dispusieron de razas mejorantes de gran formato, superando las primeras reservas sobre la facilidad de los partos y decidiendo el cambio de la raza Charolesa.
El país vecino contaba en la región de Charolés del Departamento del Seöne et Loire, con un núcleo de ganado bovino caracterizado por su buen tamaño corporal y dedicado a la producción de trabajo, pero que desde siempre era famoso por sus cualidades cárnicas. Reducida o perdida su aplicación como motor animal, fue canalizado hacia la carne y en apoyo de este objetivo el cruzamiento con la raza inglesa Shorthorn (Durham, para la literatura francesa) reconocida como destacada en este campo. La selección posterior del ganado autóctono y de los mestizos con sangre inglesa, condujo a la formación de la raza Charolesa, también llamada Nivernesa al principio, ya que el proceso que relatamos tuvo lugar paralelamente en la vecina región de Nievre.
Se exportó precozmente, pero fue a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando tomó carta de naturaleza como mercancía habitual del comercio exterior francés, hasta el punto de que hoy se encuentra repartida en más de 50 países
Hay que fechar la creación del capítulo español en 1962, por determinación del antiguo Ministerio de Agricultura, con cargo a un programa que tuvo plena vigencia y notable actividad durante la siguiente década, reforzado posteriormente y hasta nuestros días por la iniciativa particular.
Es Herd-Book francés quien considera y califica a España como el punto más importante de implantación de la raza fuera de Francia.
Pureza de Raza.
Inscripción en el Libro Genealógico del país de origen.
Para los machos: cuatro generaciones completas en el registro definitivo y al menos cuatro de sus ascendientes premiados en concursos y exposiciones oficialmente reconocidas.
Para las hembras: tres generaciones y si se encontraban gestantes o simplemente cubiertas, La documentación genealógica del toro por el que estaban servidas. Para ambos, visado de calidad expedido por el Ministerio de Agricultura Francés.
El ganado elegido consistió en machos de 18 a 30 meses y novillas gestantes al primer parto, con el deliberado propósito y requisito imperativo de exigir el “tipo de cría o explotación” y rechazar el llamado tipo de carne por su servidumbre más o menos manifiesta de la cularidad.
Caracterizaban al núcleo fundacional tres condiciones fundamentales que han sido conservadas en las facetas esenciales:
En primer lugar destacamos que la iniciativa parte del antiguo Ministerio de Agricultura y a su cargo corren las partidas iniciales, prácticamente todas las correspondientes a la década de los 60 y a la mayoría de las inmediatamente posteriores. Esto en gran medida resulta lógico, lo que tiene verdadera relevancia es la gestión directa y la realización técnica por profesionales especializados, con la colaboración del Herd-Book francés. Los requisitos enumerados, los condicionantes indicados y el personal experto constituyeron el marco de garantía y el sello de alta calidad del efectivo funcional
Una segunda cualidad digna de recordar es la plural procedencia, hasta el punto de pasar de doscientas las explotaciones francesas que cedieron ganado en mayor o menor cantidad con destino a España.. La amplia diversidad de orígenes autoriza y da auténtico respaldo para atribuir al núcleo funcional la plena representabilidad de la ganadería francesa y considerar al conjunto como el mayor “pool” de genes de raza Charolesa, conseguido fuera de Francia.
La tercera propiedad aludida se refiere al puro y único origen francés, garantizado por las cartas genealógicas oficiales, que tiene tal importancia que merece la pena dedicarle apartado independiente.
La imagen de la raza Charolesa en su proceso de aclimatación y desarrollo sobre el suelo español, proyecta reflejos sumamente interesantes para juzgar debidamente las excedencias de sus representantes actuales.
La instalación inicial de la raza Charolesa en nuestros medios ganadero siguió el mismo sistema que las demás. En síntesis consistía en la cesión por el antiguo Ministerio de Agricultura de ejemplares, bajo dos modalidades o distintas finalidades:
Lotes para cría en pureza
Sementales con destino a cruzamiento
Esta doble intencionalidad explica la desequilibrada proporción entre los machos y hembras importados, durante los primeros años del proceso de implantación, ya que la mayoría de los primeros iban destinados a las áreas de explotación extensiva, en los que la inseminación resultaba inaplicable. Los buenos resultados del planteamiento justifican el índice de toros importados durante los años inmediatamente posteriores, porque la demanda de ellos no podía ser atendida todavía con los nacidos en España.
Como era de esperar, la mayoría de las solicitudes partieron de las zonas productoras de carne ocupadas por razas autóctonas, ya que paralelamente a la implantación de la raza Charolesa se desarrollaba otro programa de fomento y expansión de la raza Frisona para las áreas típicamente lecheras.
No obstante las incidencias referidas y pronto superadas de la primera andadura, la Charolesa no sólo fue bien acogida como raza nueva, sino que ganó terreno con rapidez e intensidad hasta ahora desconocidos para cualquier otra raza extranjera; incluso, la super incentivada Frisona, tardó décadas en conseguir su potencial actual.
La dinámica de poblaciones, que luego consideraremos con algún detalle, aporta testimonios cifrados altamente significativos, pero entendemos con mucho más valor los aspectos cualitativos, aunque no abundan las referencias concretas. Una de las pocas que dan fe sobre el particular, fueron los Concursos motivados por la Feria del campo, que era la manifestación más genuina de ganado selecto, para todas las razas de ámbito nacional.
Comienzan en 1950, pero como la raza Charolesa no es importada hasta 1962, es a partir de esta fecha cuando entra en escena. El certamen siguiente corresponde a 1965, convocado bajo el título de XII Concurso Nacional y II Ibérico de Ganados; en él ya participa la raza Charolesa de manera significativa, para no faltar luego hasta su abolición.
Pero de la misma manera que se multiplican y difunden los lotes de cría en pureza, incluso con mayor intensidad y agresividad, se proyecta la difusión por la vía del cruzamiento que, contrariamente a cuanto ocurre en Europa, descansa sobre el importante contingente de las razas autóctonas de carne y no sobre vacas lecheras. La divergencia deriva, como quedó dicho, de la existencia paralela de un programa oficial dotado de grandes y plurales medios para el fomento especializado en la producción de leche.
De urgente necesidad se sentía la potenciación de la producción de carne de las razas autóctonas, indispensables para aprovechar los recursos de los pastos de las áreas desfavorecidas. Por el cruce industrial con la raza Charolesa se producían terneros francamente mejorados, con la posibilidad de recriarlos extensivamente para transformarlos en los tipos comerciales que regían en el mercado.
Debemos consignar que en proceso expansivo jugó poco la inseminación artificial, no así en aspectos mejorantes de la cría en pureza. La razón es triple. El carácter bronco y explotación a pleno campo de las razas autóctonas de carne, mínimo impacto sobre el efectivo lechero y, sobre todo, la modalidad de cruzamiento industrial por una parte y el mantenimiento riguroso de la raza pura gracias al Libro Genealógico de la Raza, repudiando cualquier otra forma indirecta de llegar a conseguir ganado charolés.
El proceso expansivo continúa y revela notables cotas indicadoras de que la raza Charolesa no es una más de paso, sobre las que teníamos amplio catálogo. Al contrario, aquellas son indicadoras de que tomó carta de naturaleza dentro de la ganadería bovina española.
Los primeros atisbos de esta integración cabe buscarlos con su participación en los grandes certámenes ganaderos (Feria del Campo, Madrid).
En el orden cuantitativo, la raza ganaba censo y tomaba entidad. El propio Ministerio de Agricultura en 1970 le concede categoría estadística independiente, sacando la raza Charolesa del apartado común de “Otras razas extranjeras” donde estaba incluida e indiferenciada. La plena integración es específicamente reconocida, no solo por el tratamiento estadístico, sino de manera directa, al establecer dicho Ministerio por primera vez la clasificación legal de las razas bovinas, e incluir la Charolesa entre las extranjeras integradas (O.M. de 30 de julio de 1979).
Con la integración de la raza se cubren etapas constantemente progresivas, como la actualización de la normativa que rige el funcionamiento del libro genealógico para la creación de la asociación de Criadores de ganado vacuno selecto de la raza Charolesa (Resolución de la Dirección General de Producción Agraria del M.A.P.A de 23 de febrero de 1977), la concesión a la asociación del título de Entidad Colaboradora con el M.A.P.A y la cesión a la misma del libro genealógico. La entrada de la asociación en la federación Internacional de Criadores de la raza Charolesa (FIAERBC), es también un hecho digno de mencionar.
Con esta etapa integradora y en marcha ascendente, la raza Charolesa sigue conquistando posiciones y entre ellas la nada despreciable de proporcionar amplio plantel de sementales para cruzamiento. Tales reproductores, por su condición de raza pura y depurada están a muchos años luz por encima de la amplia serie de “toros blancos” que ofrece el mercado reiteradamente defraudadores. Los ganaderos poco avezados, confundidos por el color de la capa y atraídos por las bajas cotizaciones recurren a estos toros con frecuencia. Ante el reiterado fracaso insinúan que el charoles actual “ya no es igual”, cuando la realidad demuestra que utilizan sementales que no tienen de esta raza nada más que el color y el nombre usurpado.
Actuación en cruzamiento
Han quedado reiteradamente indicados los excelentes resultados obtenidos por cruzamiento de la raza Charolesa como mejorante de la producción de carne de las autóctonas. El fenómeno es contrastado universalmente y en España no ha sido la excepción, si bien denuncia ciertos signos singulares. En la actualidad, sin perder la gran influencia de la raza Charolesa, hemos de reconocer que existen ganaderos que lamentablemente utilizan animales cruzados de Charolés, como sementales en sus ganaderías. El hecho nos parece grave y nos obliga a reiterar unas notas aclaratorias.
No es lo mismo el cruzamiento por cuenta de un semental de raza pura reconocida y calidad contrastada por los controles propios de todo proceso selectivo (libro genealógico), que por un “toro blanco”, entendiendo por este nombre aquel sucedáneo mestizo con más o menos sangre de Charolés. La utilización de estos tiene compleja motivación, sobre la que indicamos algunas causas, pero para los expertos radica más en la ignorancia que en los aspectos económicos, ya que los resultados son en todos los casos verdaderamente aleccionadores. Las importaciones de terneros cruzados de charolés, ceden al mercado de reproductoras un buen contingente de machos (parecidos a la raza mejorante) especialmente los más problemáticos (ejemplares culones y semiculones), auspiciado por las bajas cotizaciones.
Es igualmente cierto que, algunos ganaderos de cruce desprecian el valor real de la “carta genealógica”,apoyándose en que no siguen el control documental de la descendencia. Se olvidan que precisamente en dicho documento radica el éxito de su gestión y que obtendrán tanto mejores resultados cuanto mayor pureza racial tengan los elementos que juegan en el cruzamiento.
El grado de desarrollo de la raza Charolesa española, evidencia que no puede dedicarse exclusivamente a la obtención de reproductores o al menos como objetivo preferencial. Sin perder este cometido que ha sido esencial hasta ahora, está claro que el motivo de su explotación debe ser, como en resto de los países, la producción de carne, para lo cual la Charolesa está excelentemente dotada y con cualidades de cría suficiente para hacerlo en los medios más diversos.
En otro orden de consideraciones, la raza Charolesa recibe modernamente la calificación de “ecológica”, dando a entender que funda sus elevadas producciones cárnicas en el consumo exclusivo de hierba, o con la más baja aportación de concentrados.
En el aspecto comercial diremos que tiene particular predisposición para el moderno desarrollo del mercado de la carne bajo la modalidad de las “marcas”. Los clásicos tipos comerciales han sido superados para dar un paso adelante con la categorización de las mercancías, donde juega de manera decisiva la raza del sujeto productor. La carne de charolés tiene sello “de excelencia” y es de competencia ganadera mantener la calidad y garantizar la identidad.
La diaria constatación y el análisis más elemental demuestran que la raza Charolesa, tanto para el papel principal de donadora de sementales mejorantes, como de simple productora de carne, es la mejor de Europa. Por ello, a título de colofón, debemos recordar que:
– La capacidad cárnica, como raza pura no ha sido superada por ninguna otra. Esta misma condición es aún más evidente sobre la base del consumo exclusivamente forrajero y en orden a una producción natural. Este concepto de vacuno ecológico y limpiador de pastizales es típico del charoles, cualidad que en estos momentos no se debe desaprovechar, máxime si tenemos en cuenta la nueva política agrícola común.
– La potencialidad de transmitir sus altas cualidades por la vía del cruzamiento ha quedado demostrada en el ámbito universal y de forma insuperada sobre las razas autóctonas españolas.
– Rasgo de dotación hereditaria es el carácter “marcador” que impone el charolés a toda su descendencia sea cual fuere la base maternal, con la gran ventaja que dicho sello es garantía de calidad y siempre ampara mercancía uniforme.
– De cara al Mercado Único Europeo, hay que mencionar su capacidad de adaptación productiva hacia tipos comerciales evolucionados, que parecen ser consecuentes con las nuevas concepciones de producir la carne de vacuno en extensivo, con base a las disponibilidades forrajeras de cada explotación ganadera
En la actualidad la Asociación de Criadores de Ganado Vacuno Charolés de España está compuesta por más de 150 socios que trabajan con el objetivo de mejorar su raza y aportar al resto de ganaderos un producto de calidad y cantidad, que represente a todos los ganaderos españoles con nuestras explotaciones extensivas, que es la máxima expresión de un sistema sostenible, presente y futuro de las ganaderías europeas.
De esta manera lo que pretendemos es que nuestra raza sirva también de soporte al mantenimiento y mejora de nuestras razas, con un Programa de Mejora genética que está perfectamente adaptado e integrado en nuestros medios extensivos para conseguir con nuestros recursos naturales el mayor rendimiento de nuestros animales en la producción de carne, hecho consumado con el potencial de crecimiento que nuestra raza atesora y rentabilizar de esta manera nuestras explotaciones.
Nuestros ganaderos están llevando a cabo esta labor de la mejora genética año tras año con todo el rigor y profesionalización, demostrándolo con resultados cada día más beneficiosos para toda la cabaña ganadera bovina española.